martes, 5 de septiembre de 2017

La soledad del lector frente a la compañía del espectador

La novela debe luchar contra la simplísima creencia de que una imagen vale más que mil palabras; a lo sumo, sólo  aceptaré que una imagen te deje menos solo que las susodichas mil palabras.
Por esta razón rompo mi lanza en favor de la narración, harto de la ventaja de las imágenes a las que el cine nos tiene acostumbrados. A pesar de esta creencia tan arraigada, las palabras construyen párrafos que luego se trasforman en imágenes destiladas. Creo que en la entrada anterior ya dejé entrever mi posición.
Trataré ahora de analizar las diferentes tareas cognitivas que realizamos cuando vemos una imagen o cuando entendemos unas pocas palabras y creamos con ellas una imagen.  
Sí, existe un desnivel en el esfuerzo que todo lector necesita para comprender un texto -una concentración especial, un estar preparado para ver y sentir imágenes en su cerebro-, con la facilidad, por el contrario, con la que al espectador se le muestran las imágenes de una película.
El desnivel cognitivo no es de despreciar, aunque lo más distintivo sería la diferencia a la hora de enfrentarnos al momento de la cognición, en soledad con el libro, y en compañía con las escenas de una película.
El lector siempre lee en solitario.
¿Qué hace el buen lector para, tras entender un párrafo, desarrollar en su cabeza una imagen mental?
En general, los libros, las novelas, se leen sin necesidad de acopiarse de otros métodos cognitivos con los que hacer nuestro lo que leemos. En mi opinión el lector para hacer sus deberes, necesita de unas notas en las que resumirá el argumento, o el tema ideológico que recorre la obra; otras veces lo que  precisa es un glosario de los personajes, para no perderse. A veces sería suficiente poder contárselo a alguien, para lo que tiene que haber comprendido antes todas sus analogías y los símiles. Con todo ello ya podrá crear sus imágenes mentales, algo que a veces es mucho más automático que todo esto.
Lo que está claro es que la imaginación del lector construye, sofisticadamente, las imágenes. Al contrario, en el cine las imágenes son simplemente percibidas, con esa facultad, la percepción, a la que el cine está simplemente conectado. La imagen en el cine sería automática, por lo que no requiere ese esfuerzo cognitivo del que hablaba con anterioridad. Con ello no quiero decir que las películas haya simplemente que verlas, sino que requieren de otro esfuerzo mental, de eso es de lo que quería hablar, de ese desnivel cognitivo. El cine -con sus herramientas, las imágenes-, es amigo del impacto, lo que degrada e incluso anula la reflexión. La literatura, por el contrario, sí precisa siempre de esa reflexión, y para cada uno de sus componentes, para con sus párrafos.
Los párrafos crean las imágenes mentales y estas, a su vez, se componen de otros ingredientes, de imágenes de menor calado:
1) la imagen que el escritor ha visto de antemano
2) la imagen hecha de palabras que el escritor plasma en su texto
3) la imagen mental que se crea en el lector.
Podríamos decir que el escritor antes de encontrar su imagen debería pensarla, después puede encontrarla en el acervo cultural que su tradición le presta, y al final, ya satisfecho, escribe el párrafo casi al dictado.
Sacaré un ejemplo de una de mis novelas.



Primero me vino a la mente un cuadro muy potente, la imagen poderosa, y después, de tan poderosa como era, la metí en el argumento. Intenté ceñirme al  conocidísimo cuadro de Velázquez, La Fragua de Vulcano y después de describirla minuciosamente, ella misma dio paso al argumento, creando una escena por su cuenta.
Me ceñí a la imagen conocida y quise provocarle la misma imagen al lector, pero en movimiento, es decir, dentro del contexto de la novela que en nada se parece al contexto velazquiano.
Sólo un error -por supuesto provocado- me permití, un trampantojo. Colocarle una camiseta negra al dios Vulcano para darle ese toque ¿cómo diríamos? actual. Así quedaba mi personaje Ausonio disfrazado de dios, después de que mi editor le llevara al sastre. Es como la imagen vale más que las mil palabras.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu nueva entrada, te felicito por ella. Estoy totalmente de acuerdo en lo que defines como "desnivel cognitivo" entre la lectura y la visión de una película, son dos formas muy distintas de conocimiento. Me gustaría preguntarte por dos fenómenos que creo relacionados con tu entrada. El primer fenómeno el de las tertulias literarias, ¿crees que con ellas se intenta disminuir la soledad del lector o esto es imposible y es necesario la lectura en voz alta y compartida para que esa soledad desaparezca? Y también te quería preguntar por la tendencia actual de hacer "salones de lectura" donde cada sujeto lee la novela que él ha escogido pero se supone que comparte su espacio íntimo con otros sujetos que también leen, pero obras diferentes.

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  2. Gracias Elena por tus amables palabras.
    Respecto al primer fenomeno que citas, el de las tertulias literarias, creo que nacieron para que otros lectores que han leído la misma novela, hagan sus reflexiones aumentando con ello los comentarios sobre esa novela, sus interpretaciones, el análisis de su forma, etcétera. Sólo con la lectura de las novelas en voz alta se podría disminuir la soledad del lector.
    Respecto a esos salones de lectura, tan de moda actualmente, sirven tan sólo para escenificar la soledad del lector de la que hablamos. La soledad que me preocupa no es la física.
    Espero haberte contestado con finura a tus preguntas.

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