miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿Quién manda en el escritor?

El escritor no vive solo. En la casa del escritor viven un montón de amigos, como si fuesen fantasmas, que no se cansan de contar historias, de analizar la situación y de involucrar al escritor en odiosos juicios de valor.
Me refiero a los personajes que cada noche se meten en mi cama y no me dejan dormir: no paran de contarme sus pensamientos, para intentar doblegarme y así incitarme a que no los deje de lado. ¡Qué pesados! Todos los personajes quieren ser más.
La potencia de los personajes se encuentra en la fuerza de su prosa, o lo que es lo mismo, que sólo mantienen la fuerza que yo les presto.
Mis personajes han realizado tareas increíbles, han construido imperios y se han apuntado a revoluciones, pero siempre atendiendo a un logos configurativo, el logos que mi mente les proporcionó.


El escritor necesita olvidar ciertas hazañas de sus personajes si quiere descansar por las noches, o extirparles su vida propia, para que así dejen de prodigarse, tan activos en la mente de su creador. En la cama no queda más remedio que desestimar el rostro de los personajes, o darle un manotazo a alguno en plena cara para que se retire.
Pero ¿cómo vivir sin la sombra de esos personajes? ¿cómo quitarle la sábana a esos fantasmas y desenmascararlos?


Acaso Ernesto Sábato pudo hacerlo con Pablo Castell, su protagonista de El túnel, o por poner algún ejemplo más, Perez de Ayala pudo descansar en su cama sin las disertaciones metafísicas de Belarmino y sin la envidia casi patológica de Apolonio. También Miguel Espinosa, antes de morir tuvo que matar al Eremita, el personaje principal de Escuela de mandarines. Yo, por el contrario, me conformo con mantener el orden en mi cama, y tengo que leerle la cartilla constantemente a Ausonio, mi Fósil vivo, y sobre todo a Don Modesto Bauer, que no deja de prodigarse en mi cabeza, ansiando que le escriba la segunda historia, deseando volver a resucitar mi Primer Decente, tan escrupuloso en su decencia. Hay que intentar que estos personajes descansen, que dejen de ser prolíficos, que paren de hacer cosas con las palabras, que dejen de vaciar la mente del escritor, que se callen porque su momento de gloria terminó.

2 comentarios:

  1. Me interesa mucho el tema de las obsesiones y los fantasmas del escritor. Nunca me había percatado de la fuerza "viva" que pueden tener los personajes. Me gustaría saber si crees que esa obsesión que puede sentir un escritor hacia un personaje creado por él se debe realmente a su fuerza o más bien es porque el escritor se siente cómodo con alguno de sus personajes, siente que con él puede seguir construyendo historias. No sé si esto sería el motivo de numerosas sagas de novelas centradas en un personaje. También me gustaría saber si existen personajes en tus novelas que no sean literarios, te pregunto esto porque en tu entrada hablas de la fuerza de su prosa, ¿hay otro tipo de personajes en tus novelas que no posean fuerza en su prosa?

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    1. Gracias Elena por tus palabras.
      Algunos personajes tiene tal fuerza que resulta difícil olvidarlos, no porque el autor se sienta cómodo teniéndolos activos, sino por el efecto indudable que provoca en su análisis del mundo, y no es cómodo tenerlo como amigo, sobretodo si, como digo, se mete en mi cama no dejándome descansar. Todos mis personajes son literarios; yo les presto mi prosa y luego ya no callan, no sólo en mi cabeza, espero.

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